Adivina... adivinanza,
hoy nace nuestra esperanza.
Adivina... adivinanza.
Un chiquitín milagrero
nos va a venir a salvar.
No diré su nombre. Pero
fácil es de adivinar.
Su madre es pura armonía
de cristal y de alegría.
Y hasta se llama... ¡Mas no!
que no he de decirlo yo.
Su padre se ha vuelto niño
pensando en la criatura
que ha de venir. Y el cariño
chorrea por su figura.
Ella lo llama... ¡Lo sé!
pero no te lo diré.
¿Aún no lo adivináis?
¡Jesús, María y José,
pero qué torpes estáis!
Pues a ver si lo acertáis.
Lo que es yo, no lo diré.
¡Ay esperanza, esperanza!,
mientras Tú quieres llegar
yo aprenderé a declinar:
espero, espera, esperar,
esperemos esperanza
y volvamos a empezar.
P. José Luis Martín Descalzo
(1930-1991)
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